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En el inmenso cosmos del entretenimiento, donde las sagas de ciencia ficción reinan sin discusión, emergió una narrativa fresca lista para explorar nuevas fronteras. ‘Rebel Moon’, la visión audaz de Zack Snyder, se presentaba como una odisea prometedora, destinada a iluminar el firmamento. No obstante, acabó siendo un desafío titánico que estremeció los pilares de Netflix, en términos de ingresos y reputación.

Desde su gestación, se erigió como una visión nacida en el crisol creativo del venerado director, acunada durante sus años de forja. Durante más de veinte ciclos solares, Snyder y su compinche Kurt Johnstad modelaron esta trama, avivando las ansias de los seguidores. Se dibujaba como una saga de ciencia ficción deslumbrante, con el potencial de ser una mina de oro visual para la plataforma de streaming.

Sin embargo, en un giro desafortunado, Rebel Moon se desvió del curso esperado, embarcándose en un viaje marcado por la desilusión. A pesar de los esfuerzos dedicados a forjar su propia identidad, las notorias similitudes con la icónica saga de Star Wars arrojaron una sombra imponente sobre su camino. Esta inesperada semejanza, más que un homenaje, se convirtió en un lastre, dificultando que tanto la audiencia como los críticos pudieran apreciarla como una obra única y autónoma. En consecuencia, las inevitables comparaciones ejercieron una presión constante sobre su capacidad para deslumbrar y destacar por méritos propios.

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Por si fuera poco, la decisión de presentarla como una franquicia integral desde sus inicios resultó ser un desatino estratégico. Las dos entregas lanzadas al público dejaron una estela de cabos sueltos y conflictos sin resolver, insinuando futuras continuaciones que, a la vista de su recepción, ahora parecen un sueño distante. Aquello que se prometía como una epopeya en expansión se ha convertido tristemente en una sucesión de promesas incumplidas y expectativas truncadas.