Durante décadas, la ornitología se ha centrado casi exclusivamente en los pájaros machos, dejando a las hembras en un segundo plano. Sin embargo, un creciente grupo de científicos está visibilizando este sesgo histórico, que ha afectado tanto la comprensión del comportamiento animal como los esfuerzos de conservación. Así lo demuestra un nuevo estudio publicado en el International Journal of Avian Science, que expone cómo este enfoque limitado ha ignorado aspectos cruciales del rol de las hembras en muchas especies de aves.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes es que las aves hembras también cantan, una realidad que fue sistemáticamente ignorada hasta hace poco más de una década. Investigaciones recientes revelan que el canto femenino no solo es común, sino que forma parte de las conductas ancestrales de muchas especies. “Las hembras han sido menospreciadas porque suelen ser menos vistosas que los machos, lo que dificulta su estudio”, explica Joanna Wu, ornitóloga y autora principal del estudio.
Este sesgo ha tenido consecuencias directas en la conservación. Por ejemplo, en las currucas alidoradas, las hembras habitan zonas más bajas fuera de la temporada de cría, territorios que son más susceptibles a la deforestación. Mientras los esfuerzos de protección se centraban en los hábitats de los machos, las hembras perdieron el doble de hábitat en solo 16 años.
Otro hallazgo relevante es que las hembras se dispersan más lejos que los machos, lo que incrementa su exposición a riesgos durante la migración. Esta mayor movilidad y los peligros asociados podrían explicar por qué las tasas de supervivencia femenina suelen ser más bajas, según múltiples estudios revisados por el Proyecto Galbatross, una iniciativa que busca reivindicar el papel de las hembras en la ornitología.
El sesgo en el estudio de aves refleja un patrón común en otras ciencias, como la medicina, donde las investigaciones históricamente han priorizado los cuerpos masculinos. “No se trata de una guerra de sexos, sino de reconocer que las diferencias existen y son necesarias de estudiar para entender la salud de toda la población”, afirma Elizabeth Comen, médica oncóloga y autora que ha investigado los efectos del machismo en la medicina.
A pesar del panorama complejo, hay señales de cambio. Wu destaca la importancia de formar a científicos y ciudadanos en la identificación de aves hembras, así como el uso de tecnologías genéticas para sexar correctamente a las aves. También aboga por ampliar los estudios a regiones tropicales, donde se encuentran muchas especies aún poco comprendidas.
Sin embargo, el futuro no está asegurado. Restricciones recientes en Estados Unidos, como las políticas que desincentivan el uso del término “hembra” en solicitudes científicas, podrían dificultar aún más la investigación equitativa.
El mensaje final es claro: la ciencia debe mirar más allá del sesgo de género para preservar no solo la diversidad biológica, sino también para construir un conocimiento más completo y justo. Entender a las aves hembras no es solo una cuestión de equidad, sino una necesidad urgente para la conservación global.
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