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El Teatro Real de Madrid volvió a apostar por la música barroca con una nueva presentación de Tamerlano de Händel, una ópera que, aunque menos popular que otras del compositor, plantea importantes desafíos musicales y escénicos. En esta ocasión, la obra se ofreció en versión de concierto con la destacada Freiburger Barockorchester, bajo la dirección experta de René Jacobs.

Esta versión —la cuarta obra de Händel programada esta temporada— apostó por una interpretación históricamente informada, respetando la estética musical del siglo XVIII. La fidelidad instrumental y vocal fue impecable, aunque el enfoque purista también generó cierta división en el público, con algunos asistentes señalando una posible monotonía en el desarrollo de las arias.

El elenco vocal estuvo a la altura de las exigencias técnicas de Händel, pero la estructura del libreto, con personajes arquetípicos y emociones repetitivas, puede no resonar con todos por igual. Obras con libretos más ricos, como Giulio Cesare o Alcina, suelen generar mayor conexión emocional.

A pesar de la densidad de la función —que superó las tres horas y media— el público respondió con respeto y atención. Algunos salieron conmovidos por la maestría interpretativa; otros, algo fatigados por la falta de acción escénica.

Tamerlano demostró que la ópera barroca sigue viva, aunque sus enigmas aún generan debate entre músicos y espectadores contemporáneos.